El presidente Alberto Fernández dio en Pergamino una muestra de debilidad política tras regresar a la Casa Rosada en helicóptero al ver la protesta de productores agropecuarios y comerciantes.
Al mostrar esa flaqueza sorprendió a los propios y fortaleció al sector agropecuario y del comercio de la zona norte de la provincia de Buenos Aires.
Entre sus propias filas abrió una grieta que divide aún más a las dos ideologías antagónicas que conviven en la coalición de gobierno.
Los albertistas y cristinistas cada vez se separan más porque le exigen posiciones contrapuestas al presidente.
Los que están con Alberto exigen que lo dejen gobernar con su carácter conciliador y sin ir contra el sector productivo y más dinámico de la economía.
El cristinismo duro pretende avanzar aún más sobre la oligarquía terrateniente, como les gusta denominarla, y ser impiadoso al momento de definir políticas económicas que se sirvan de las divisas que genera el campo.
Pero no contaban con la fuerza del reclamo genuino de los sectores de la economía que sostienen al país y no dudan en manifestarse contra las arbitrariedades e injusticias que pretenden imponer.
Una iniciativa que no nació de las entidades del campo; sino de un grupo de auto convocados que ha logrado movilizar a vecinos trabajadores del comercio, la industria y la educación para hacer oír su reclamo ganó la calle.
Desde el helicóptero Alberto vio la caravana que intentaba llegar al lugar del acto y decidió volver a Buenos Aires.
Oficialmente la delegación de funcionarios que estuvieron en Pergamino descartaron que Alberto haya volado a nuestra ciudad y atribuyen la ausencia a una agenda con otros eventos en Buenos Aires.